
Aunque novelada, es una historia apasionante. Narra la vida del constructor de la independencia de Brasil con todos sus aciertos y sus errores: Pedro de Braganza y Borbón.
En distintas entrevistas al autor, éste pone de manifiesto la personalidad y la fuerza de este personaje, emparentado con la realeza española: era hijo de Juan II de Portugal y de la infanta Carlota Joaquina de Borbón, hija de Carlos IV de España y, por tanto, hermana de Fernando VII.
Según Javier Moro:
Pedro I no era un Borbón típico...
Ha sido un rey vilipendiado y ensalzado según las épocas. A veces lo hemos visto como un jefe militar victorioso, el hombre que proclamó la independencia de Brasil, y otras como un pendenciero, borracho y vividor. Es alguien que no fue educado para reinar, que aprendió antes a herrar caballos que a leer.
A quien las doncellas de la corte descubrían desnudo bañándose y entonces él les mostraba ufano sus partes.
Por primera y única vez en la historia, la monarquía de un imperio: Portugal, se trasladó de la metrópoli a las colonias, fue la única decisión que tomó en su vida el rey Juan VI, el padre de Pedro, y eso los salvó.

El traslado de la corte de Lisboa a Río fue increíble: emigró el 10% de la población de Portugal, se llevaron 60.000 libros de la biblioteca nacional, edificio que reconstruyeron, piedra a piedra, en Brasil.
Fue una corte exótica y estrafalaria, con enorme influencia asiática: los transportaban en calesas tiradas por personas.
Pedro I era un caos, era todo y lo contrario a la vez, estupendo y horroroso, una contradicción andante. Pero al final fue íntegro y puso en riesgo su vida para luchar por lo que creía: una Constitución liberal y recuperar los derechos dinásticos usurpados por su hermano Miguel. Consiguió el trono de Portugal para su hija María. No le apetecía entrar en guerra contra su hermano, pero lo hizo, con un ejército diez veces inferior en número... y ganó, para morir cuatro meses después, agotado por el esfuerzo.
Se había ya desinteresado del poder y rechazó los tronos de España y Grecia.
Fue un liberal entre absolutistas aunque, también un pendón.
Sus historias con su amante, la noble Domitila de Castro, siguen alimentando el imaginario erótico brasileño. En una biblioteca de Río se conserva aún un sobre con vello púbico del emperador, que se arrancó para enviárselo a su amada Domitila, a la que observaba con un catalejo desde el edificio de enfrente.
Tuvo unos 120 hijos, aunque sólo reconoció a una decena. Teniendo en cuenta que sólo vivió 37 años, el promedio de niños por año es apabullante... En un momento dado estuvo con su mujer, su amante oficial y se lió con la hermana de la amante. Y las tres tuvieron un hijo suyo en el mismo mes. ¡Las tenía a todas embarazadas! Por toda esta actitud, acabó tratando tan mal a su mujer que ella era adorada por el pueblo y a él empezaron a verle con malos ojos.
Fue un gobernante que no pudo luchar contra su apetito sexual, y casi le lleva al desastre total.
El mayor logro de este emperador: Promulgó las constituciones liberales de la época, ganó una guerra civil en Portugal del lado de la libertad, consiguió a sus 23 años la independencia de Brasil, el mayor país de Sudamérica, fue un soldado buenísimo y jefe carismático... pero un terrible marido, porque era incapaz de ser fiel, eso no entraba en su esquema mental.
Era, en resumen, un medio quijote, medio Don Juan.

Leopoldina era la cabeza pensante de la independencia brasileña; él sólo el brazo ejecutor.
"A las dos de la tarde del 22 de septiembre de 1834, mientras el sol iluminaba los campos dorados de los alrededores de Queluz, Pedro de Braganza y Borbón exaló su último suspiro en la misma cama que le había visto nacer".
Su hijo, Pedro II le sucedió en el trono de Brasil. ... es el emperador bueno al que todos adoran: monógamo, políglota, culto, reinó cincuenta años, construyó un imperio.
Fuentes: Entrevistas al autor en : La Vanguardia y ADN.