martes, 30 de marzo de 2010

MUJERES


Cuadro de Alfons Mucha


SOY TAN partidario de la paridad hombre-mujer que no se me ocurriría defenderla: la doy por supuesta. Toda obra mía está impregnada de ella. Y hay aspectos en que se me hace ver, desde fuera, que me paso al señalar mi preferencia.

Siglos postergadas, y ahora las vemos crecer con la alegría, la insolencia y la naturalidad con que se ve crecer la primavera (no sé la de este año). Cómplices y sabias, cuando no adoptan modelos masculinos. Intuitivas y poderosas por sí mismas. Como si esos siglos que las subordinaron les hubiesen mostrado la auténtica senda, tan poco doctoral, de la verdadera sabiduría.

¿Emancipadas? Ellas no necesitan serlo; no lo desean, lo son. Nacieron para comprometerse, para protegernos contra nosotros mismos, tan inclinados a la sabihondez y a la imaginería masculina. Y, sobre todo, al egoismo y la crueldad.

Qué pocas guerras habría si las madres mandaran. Las madres verdaderas, que son siempre las mujeres verdaderas aunque no tengan hijos. Previsoras, comprensivas, amigas. Sin necesitar casi las palabras.

¿Qué sería de nosotros si ellas solo sirviesen para parirnos?


Antonio Gala.

Texto escrito en La Tronera, sacado del periódico 30/03/2010


domingo, 28 de marzo de 2010

EL ESPEJO DE MATSUYAMA


En Matsuyama, lugar remoto de la provincia japonesa de Echigo, vivía un matrimonio de jóvenes campesinosque tenían como centro y alegría de sus vidas a su pequeña hija.

Un día, el marido tuvo que viajar a la capital para resolver unos asuntos y, ante el temor de su mujer por viaje tan largo y a un mundo tan desconocido, la consoló con la promesa de regresar lo antes posible y de traerle, a ella y a su hijita, hermosos regalos.

Después de una larga temporada, que a la esposa se le hizo eterna, vio por fin a su esposo de vuelta a casa y pudo oír de sus labios lo que le había sucedido y las cosas extraordinarias que había visto, mientras que la niña jugaba feliz con los juguetes que su padre le había comprado.

-Para ti -le dijo el marido a su mujer- te he traído un regalo muy extraño que sé que te va a sorprender.
Míralo y dime qué ves dentro.

Era un objeto redondo, verde y amarillo por un lado, con adornos de pájaros y flores, y, por el otro, muy brillante y terso.
Al mirarlo, la mujer, que nunca había visto un espejo, quedó fascinada y sorprendida al contemplar a una joven y alegre muchacha a la que no conocía. El marido se echó a reír al ver la cara de sorpresa de su esposa.

-¿Qué ves? -le preguntó con guasa.

-Veo a una hermosa joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme.

-Querida -le dijo el marido-, lo que ves es tu propia cara reflejada en esa lámina de cristal.
Se llama espejo y en la ciudad es un objeto muy corriente.

La mujer quedó encantada con aquel maravilloso regalo; lo guardó con sumo cuidado en una cajita y sólo, de vez en cuando, lo sacaba para contemplarse.

Pasaba el tiempo y aquella familia vivía cada día más feliz. La niña se había convertido en una linda muchacha, buena y cariñosa, que cada vez se parecía más a su madre; pero ella nunca le enseñó ni le habló del espejo para que no se vanagloriase de su propia hermosura. De esta manera, hasta el padre se olvidó de aquel espejo tan bien guardado y escondido.

Un día, la madre enfermó y, a pesar de los cuidados de padre e hija, fue empeorando, de manera que ella misma comprendió que la muerte se le acercaba. Entonces, llamó a su hija, le pidió que le trajera la caja en donde guardaba el espejo, y le dijo:

-Hija mía, sé que pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no esté con vosotros, prométeme que mirarás en este espejo todos los días. Me verás en él y te darás cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estaré velando por ti.

Al morir la madre, la muchacha abrió la caja del espejo y cada día, como se lo había prometido, lo miraba y en él veía la cara de su madre, tan hermosa y sonriente como antes de la enfermedad.
Con ella hablaba y a ella le confiaba sus penas y sus alegrías; y, aunque su madre no le decía ni una palabra, siempre le parecía que estaba cercana, atenta y comprensiva.

Un día el padre la vio delante del espejo, como si conversara con él. Y, ante su sorpresa, la muchacha contestó:

-Padre, todos los días miro en este espejo y veo a mi querida madre y hablo con ella.

Y le contó el regalo y el ruego que su madre la había hecho antes de morir, lo que ella no había dejado de cumplir ni un solo día.

El padre quedó tan impresionado y emocionado que nunca se atrevió a decirle que lo que contemplaba todos los días en el espejo era ella misma y que, tal vez por la fuerza del amor, se había convertido en la fiel imagen de su hermosura.

Autor: Anónimo


lunes, 22 de marzo de 2010

CARTA A MI SOBRINO CARLOS


Querido Carlos:

Te envío esta carta para cuando vuelvas del hospital.

Estoy muy contenta de haberme acercado a verte y de compartir contigo y con tus padres unos días.
Estoy muy ilusionada porque todo está saliendo bien, aunque haya algunas cositas que necesitan más tiempo para normalizarse; pero estoy segura de que en muy poco tiempo todo estará perfecto y podrás reanudar tu vida tanto familiar, como universitaria y con tus amigos.
Los caprichos de la naturaleza humana en muchas ocasiones no son entendibles; sin saber los por qués nos privan de lo más elemental para poder vivir con salud.
Aunque eres muy joven ya has pasado por varias etapas difíciles y dolorosas: Hace 7 años te enfrentaste a una situación dura y llena de incertidumbres; saliste airoso por tu fuerza, tu energía y tu juventud.
En estos momentos estás superando otra prueba más, en la que estás demostrando que quieres luchar para tener una vida normal y llena de emociones.
Tus padres han demostrado un amor y una generosidad sin límites: los dos han cedido un "trocito" de su cuerpo para que tú puedas conseguir esa salud y bienestar con la que te enfrentes a la vida que te toca vivir. Espero que sepas agradecerles siempre con tu cariño y con tu amor toda esa gran donación que ellos han hecho pensando solo en tí, sin importarles nada más.
Hay actividades que te están esperando, así que a ponerse las pilas y a mejorar con rapidez: los exámenes de la universidad, los niños del Splai, la guitarra, los amigos...
Sabes que tienes a toda la familia pendiente de tí, de saber cómo te encuentras y deseando verte pronto haciendo el indio.
Yo, desde aquí, te mando mi energía y mis deseos de una total y pronta recuperación.
Para tus padres mi reconocimiento por su valentía y generosidad.

Para tí todo mi cariño, mi amor y un beso grande de tu tía Candi


martes, 16 de marzo de 2010

UN SALMANTINO ILUSTRE



RAMÓN GARCÍA MATEOS (1960) es salmantino, del pueblo de Cerralbo, donde pasó su infancia.
Ha vivido en Galicia y Cataluña
Profesor de Lengua y Literatura Españolas, ejerce la docencia en el Instituto de Enseñanza Secundaria de Cambrils (Tarragona), labor que durante nueve años compaginó con la de profesor asociado de Literatura Española en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona.

Es autor de los libros de poemas:
De una eterna voz (1986),
Triste es el territorio de la ausencia (1998), que obtuvo el Premio de Poesía
“Blas de Otero 1997”;
Como el faro sin luz de la tristeza (2000),
ganador del Premio “González de Lama 1999”;
Lo traigo andado (2000);
De ronda y madrugada (2001),
Morfina en el corazón (2003), que obtuvo el Premio Rafael Morales.
Memoria [amarga] de mí (2006).
Ha obtenido el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Salamanca,
con el libro: Como otros tienen una patria (2007).

Ha publicado numerosos trabajos de investigación:
El libro Del 98 a García Lorca.
Homenaje a José Agustín Goytisolo (2000).

Ha traducido al castellano la poesía completa del poeta catalán Gerard Vergés,
que ha visto la luz bajo el título "La raíz de la mandrágora" (2005).



Este salmantino nació en mi pueblo. Desde este blog quiero homenajearle por toda su trayectoria y por la belleza de su obra.

Aquí dejo el texto del Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Salamanca 2006”

DE CÓMO OTROS TIENEN UNA PAT
RIA

Aunque camine sin rumbo por el prólogo inquietante de un deseo,

por el prefacio inútil de los años que uno tras otro inevitables pasan,

aunque atónito me pierda en el acorde culpable de un relámpago,
en el relincho impuro de un caballo en celo,

aunque cubra mi soledad desamparada con el hábito azul de las certezas,

con la curva orgullosa donde se oculta el alma de los dioses,

aunque tapie el vacío de lo cóncavo con el miedo infantil de lo convexo,

aunque me venza tantas veces el cansa
ncio,

yo sé quien soy,

yo sé quien soy y sé de donde vengo.


Mis antepasados sembraron el camino
e hicieron del adobe hogar y amparo,

luz del carburo, esperanza del hambre,

mis antepasados inventaron la vía láctea y la ternura,
el hierro y la canción en flor de espiga,

esos muertos míos que contemplan mi rostro
testaron para mí su sufrimiento,
el sudor y el arado,
el corazón atravesado por gemidos sacrílegos,
el calvario del pobre sin pan y sin historia,

aquellos hombres labraron mi conciencia,
amasaron mi carne con manos amorosas,

manos de mujeres de eternidad y luto,
manos de madre, de arcilla, de tormento,

mis ojos son reflejo de sus ojos,
mi pan producto de su hambre,

mis palabras el grito de sus labios,

mis antepasados, muertos míos,
hombres de lumbre y carámbano y dolor,


yo sé quien soy,

yo sé quien soy y sé cual es mi sitio.


La memoria es el territorio de la ausencia,

memoria para tejer el lino y la sarga donde duerme el recuerdo,

ausencia y humo, piel y escalofrío,

mi memoria se viste de pretérito para hablarme al oído,

muy bajo, un bisbiseo,
la memoria es la brasa, es el carro, es la lanza,

piedra que golpea sobre el vértigo de este vivir a rastras,

la dignidad de quienes no tuvieron otra
cosa que su orgullo y su pena,
mi memoria es la llave para abrir el lugar que a mí me toca,

el sitio donde clavar los pies y resistir los envites astados del olvido,
mi memoria es de sangre, roja como la sangre, como la sangre roja,
mi memoria, mi sitio,


yo sé quien soy,

yo sé quien soy y sé porqué yo escribo.


Para grabar con tinta incandescente
—caligrafía indeleble que mana del espanto—

la palabra justicia sobre el vientre de los poderosos,
sobre el aterido aguijón del alacrán,
sobre la frente añil de la ignominia,

para arropar mi soledad con frazadas de sílabas,

palabras para tapar la oquedad aristada del invierno,

frío en el corazón, palabra y lumbre,
fuego para derretir los hielos de diciembre,

solsticio en el alma, ay,
una manta que cubra mi pobre desabrigo,

escribo contra el silencio y la amnesia
y el alivio sepulcral de los vencidos,

contra la mirada tangente del centauro,
contra el gesto otoñal del humillado,

contra la luz cenital de las verdades,
contra la hiel derramada de los patriarcas,

sí, piedra y lignito, barreno y honda,
para vencer el peso insalvable de la muerte,
esa muerte pequeña que baja las escaleras a mi lado,

que bebe de mi copa, que fuma mis cigarros,
frente a la muerte escribo para salvar de sus huellas mi camisa,

contigo, con tus besos, con tu dulce corazón y flor de mayo,
a tu lado, contigo, para ti,

para todos los que saben del llanto y las ortigas,
fermento y cal, de la llanura interminable del deseo,

para ti, para ellos, mis versos, mis entrañas,
mis caricias, mis manos,
yo sé quien soy,

yo sé quien soy,

nadie se llame a engaño.

domingo, 7 de marzo de 2010

8 DE MARZO: PATRONO DE LA ENFERMERIA Y DIA DE LA MUJER TRABAJADORA


El 8 de marzo tiene una especial y doble significación para mí.

No sé si es más importante mi condición de mujer o lo es la profesión a la que he dedicado muchos años de mi vida: la enfermería.

Por todo ello quiero felicitar a todas las enfermeras del mundo y a todas las mujeres que en todos los estados y situaciones somos grandes trabajadoras.


San Juan de Dios es el patrón de la enfermería española. Su verdadero nombre es João Cidade o Juan Ciudad.
Nació en 1495 en Montemor-o-Novo, localidad del Alentejo (Portugal) y falleció en Granada en 1550.

En 1503, se marchó a Oropesa, desempeñó diversos oficios (soldado en los tercios del rey de España Carlos I, pastor, peón, vendedor ambulante).

Con el paso del tiempo fijó su residencia en Granada, donde estableció un pequeño comercio en el que vendía estampas y libros religiosos.

Fue en ésta ciudad andaluza, cuando tenía unos 40 años de edad, donde se produjo el hecho más trascendente de su vida, tras escuchar las predicaciones y sermones de san Juan de Ávila.
Conmovido por aquellas palabras, comenzó a realizar penitencias públicas. Considerado por las autoridades públicas de aquella época que había perdido sus facultades mentales, fue ingresado en un hospital para enfermos psíquicos y conoció el nefasto trato que éstos sufrían en ese tipo de instituciones. Decidió entonces consagrar su vida al cuidado de los enfermos y a la mejora de los establecimientos que les acogían.

En 1539 empezó a utilizar las casas de sus bienhechores para acoger a numerosos pobres y enfermos que se acercan a su amparo.
Su actividad es continua, dinámica, inexplicable al entender humano; pide limosna, limpia y ordena su hospital y a sus enfermos; visita y socorre a otros pobres, enfermos y vergonzantes de Granada; escucha las dolorosas confidencias. No hay necesidad a la que no llegue : nobles, mendigos vergonzantes, prostitutas, enfermos de toda clase y condición, peregrinos, niños y ancianos...

Construyó un Hospital en Granada, en la Cuesta de los Gomeles. Su intuición, su amor y su inteligencia, promueven mejoras e iniciativas que lo hacen el gran innovador y creador de la ciencia asistencial y hospitalaria de su tiempo.

Su fama se extiende y crece y el Obispo de Granada llama a Juan Ciudad para hacer público reconocimiento de su caritativa misión y ordenando que desde ese momento se llame Juan de Dios, puesto que de Dios son las obras que realiza.

Fundó la Orden de los Hermanos Hospitalarios o de la Caridad.

Pero su recio temple se deterioró, consumido por los ayunos, el trabajo y el fuego de su espíritu.
Y es obligado a abandonar su hospital y a sus enfermos para ser asistido en casa ajena y morir, de rodillas y con un crucifijo entre sus manos, el día 8 de marzo de 1550.

Fue beatificado por el papa Urbano VIII en 1630 y canonizado por Alejandro VIII en 1690. Su festividad se conmemora el 8 de marzo.


Poema a la mujer trabajadora en su día

A tí mujer.

A tí mujer, bebé
que naciste entre el dolor
y la ilusión,
que llenaste de amor
la vida de tus padres.

A tí mujer, niñita
que gateaste por la casa
y apoyándote en un dedo
erguiste tu cuerpo
y comenzaste a andar.

A tí mujer, niña
que creciste fuerte y sana
y en el colegio te enseñaron
a leer y a escribir,
a conocer las ciencias y las letras.

A tí mujer, joven
que conociste el amor,
que te ilusionaste con la vida,
que experimentaste la amistad,
que viste transformar tu cuerpo.

A tí mujer, mujer
que encontraste un trabajo
que te uniste
a quien correspondió a tu amor,
que engendraste hijos o no,
que gozaste y sufriste.
A tí, que sigues luchando
recibe mi FELICITACIÓN