viernes, 9 de diciembre de 2011

LA LARGA CAMINATA

He concluido la lectura del libro "La Larga Caminata" de Slavomir Rawicz y me ha impresionado la capacidad de resistencia humana en medio de las mayores dificultades.

En marzo de 1942, un grupo de soldados indios que patrullaban en el Himalaya se sorprendieron al ver a cuatro hombres vestidos con pieles de animales caminando erráticamente y a tropiezos por un sendero de la montaña. Los soldados se asombraron aún más, cuando aquellos cuatro desconocidos que hace poco apenas se podían mantener en pie, extrañamente se echaron a reír y a bailar, se abrazaban y cantaban.
Todos tenían motivo para alegrarse: era el fin de una caminata de más de 7000 kilómetros huyendo desde un campo de trabajo soviético en Siberia. La escapada y la odisea habían durado 11 meses.

Esta es la historia de Slavomir Rawicz, protagonista y escritor del libro "La Larga Caminata".

Slavomir Rawicz fue un oficial de la Caballería polaca, nacido en 1915, que el 19 de noviembre de 1939 fue capturado por los rusos. Después de ser torturado brutalmente fue objeto de un juicio falaz y sentenciado a 25 años de trabajos forzados en un gulag de Siberia.

Viendo que el único final que le aguardaba en el campo de trabajos era la muerte, organizó su escapada junto a 6 compañeros más. Su huida la dirigieron hacia el sur, donde atravesaron la vía del transiberiano para luego pasar por Mongolia, el desierto del Gobi, el Tíbet y finalmente llegar, en marzo de 1942, a la India.

Una vez obtenida la libertad se alistó en el Ejército británico para luchar contra los nazis, después se unió a las fuerzas británicas y combatió en Irak y Palestina a partir de 1942. Su idea era hacer carrera militar, y por recomendación del general Wladyslaw Anders, fue integrado en el núcleo de la que debía ser en el futuro la “Fuerza Aérea Polaca Libre”.

Por desgracia, nunca volvió a reunirse con su primera mujer, que fue dada por desaparecida después de 1945.

En 1946 se casó con Marjorie Needham y tuvo con ella cinco hijos. Se especializó en materiales cerámicos para la construcción en la Trent University de Nottingham a principios de la década de 1970. Debido a un problema cardíaco hubo de jubilarse anticipadamente. Nunca pudo reecontrarse con sus camaradas de fuga y aventura; murió a la edad de 88 años el 5 de abril de 2004.

martes, 6 de diciembre de 2011

R. REDFORD Y LA CONSPIRACION

No es ningún secreto que mi afición al cine ha venido siempre de la mano de Robert Redford.
Desde tiempos remotos, y son muchos, he sido una fan incondicional del gran Redford y mi amor platónico.
Me voy de este mundo con la pena de no haber podido, al menos, estrechar la mano de mi preferido galán.
Creo que he visto todas sus películas en cuanto tengo conocimiento de su estreno, bien sea como actor, productor o director; ahora su última como director: THE CONSPIRATOR.
Como no soy imparcial, no puedo dar un comentario fidedigno de la misma, solo diré que lo he visto con la imaginación, dando órdenes a los actores, y me ha encantado.

Robert Redford frente a la memoria histórica americana

Recién cumplidos los tres cuartos de siglo, Robert Redford no tiene ninguna gana de retirarse, aunque su trayectoria demuestre que ha cumplido con la profesión con creces. Supo salir del riesgo de encasillarse en ser una cara bonita y se convirtió en un precedente de las inquietudes de un George Clooney, por ejemplo.

Supo elegir una filmografía como actor de bastante enjundia. En 1980 debutó como director con Gente corriente, abriendo la moda de los intérpretes que ganan el Oscar detrás de las cámaras y no delante. Hasta la fecha, Redford ha dirigido ocho filmes, Quiz Show, El hombre que susurraba a los caballos o Leones por corderos.


Además, creó el Festival de Sundance, inagotable cantera de jóvenes talentos.
Este bagaje es el que llevó a los productores de La conspiración, que llegó a los cines el viernes, a ofrecerle la dirección del proyecto.

Es una película que recupera uno de los casos más confusos de la historia judicial estadounidense,
como fue el de Mary Surratt. Ella era la madre de uno de los conjurados para asesinar a Abraham Lincoln y la dueña de la pensión donde se reunían para hacer sus criminales planes. Surratt acabó procesada y ahorcada por su presunta implicación en el magnicidio, pero casi un siglo y medio después su papel en los hechos no está claro.
Para algunos lo sabía todo y no hizo nada por denunciarlos, convirtiéndose en lo que en derecho se llama cooperadora necesaria. Para otros fue una víctima de la furia que desencadenó el asesinato del carismático presidente poco después de ganar la Guerra de Secesión, en las que los derechos civiles corrieron bastante peligro con la conmoción pública.


A Redford le interesó la lección oculta del film, lo fácilmente que las democracias, invocando situaciones de emergencia, están dispuestas a saltarse sus fundamentos. La historia de Mary Surratt, cuyo hijo paradójicamente fue absuelto en el juicio mientras ella iba al verdugo, tiene sus paralelismos con lo que ocurre en Irak y en Guantánamo, por ejemplo.

La gran y cara de ver en cine Robin Wright da vida a la infortunada mujer y James McAvoy a su abogado, que aunque empieza cogiendo tan espinoso caso a regañadientes acaba pensando que igual es la víctima de otra conspiración, la de un gobierno irritado que busca carnaza fácil. El reparto se completa con nombres como los de Kevin Kline, Tom Wilkinson o Evan Rachel Wood.


Este film ha supuesto un reto para su director, puesto que además de la reconstrucción de época optó por un estilo visual que da a la fotografía del film un punto intermedio entre el blanco y negro y el color desvaído, como los retratos sepia de la época en que transcurre La conspiración.

Ahora, queda ver si otro complot, el de los Oscars, se fija en este trabajo, aunque en los mentideros de Hollywood ya suena para las candidaturas.


Fuente: El diario de Sevilla

jueves, 1 de diciembre de 2011

12 HORAS EN LA FRONTERA HISPANO-LUSA

Las vacaciones están a punto de finalizar y aún queda un viaje bien programado y muy deseado. Amaneció soleado un hermoso día de finales de septiembre. Madrugamos, y a las 10 ya estábamos en el primer mirador de la Hinojosa de Duero, desde donde se divisa la desembocadura del Huebra y el poblado de Iberduero, hoy Aldeaduero.

Llegamos al Salto de Saucelle, frontera con Portugal y desde allí continuamos por la carretera en direccción a Barca d'Alba, por un itinerario lleno de belleza natural.
El Douro camina entre grandes bancales de almendros, olivos, viñedos, naranjos, limoneros, chumberas... encajonado entre montañas y árboles centenarios, junto a una carretera, ahora bien asfaltada, pero llena de grandes e interminables curvas.
Cada pocos Kmtos paramos para contemplar la belleza del entorno, el canto de las aves y el silencio de la mañana.

Al llegar a Barca d´Alba, pudimos contemplar la desembocadura del Águeda en el Douro, donde está el muelle español de Vega Terrón, que junto al muelle hermano de Barca d'Alba, a pocos metros, es el lugar donde recalan los cruceros que recorriendo el Douro, llegan y parten hacia Porto.

Tras una corta estancia para visitar el pueblo y ver los barcos, salimos camino de Figueira de Castelo Rodrigo.

Por la serpenteante carretera, otra vez subiendo, y desde otro de los grandes miradores, avistamos los 20 túneles y 7 puentes-viaductos sobre el Águeda al otro lado de la frontera, un camino de hierro de la locomotora que fue traqueteando ( hasta los años 80 ) desde la Fuente de San Esteban hasta Barca d'Alba, ahora en espera de ser restaurado como "Vía Verde".

Desde el Alto da Sapinha, pudimos ver todo el valle y entre grandes plantaciones de olivos y viñedos llegamos a Figueira de Castelo Rodrigo.

Situada en la falda septentrional de la sierra de Marofa, Figueira de Castelo Rodrigo substituyó al viejo burgo de Castelo Rodrigo, en el año 1.836, como cabeza de partido, cuando el pueblo se trasladó desde lo alto del monte a la llanura; ahora tiene cerca de 2.300 habitantes. Lo más notable es la iglesia barroca, cuyo coro se apoya en una ingeniosa cadena de piedras con forma de ese, de manera que cada pieza encaja y traba la siguiente.

Desde aquí continuamos la visita al convento-monasterio de Santa María de Aguiar, que dista de Figueira unos 3 km y constituye un bello ejemplo de arquitectura gótica. Perteneció a los Cistercienses.
Además de la bella iglesia, decorada por un altar mayor barroco, de 1636, que exhibe imágenes de S. Benito y de S. Bernardo, se conservan el ala de los monjes, con la sacristía y la sala del Cabildo, el Refectorio y el edificio de la hospedería, hoy renovado y muy atractivo.

Como aún era pronto para comer, tomamos el camino hacia la sierra de Marofa, el punto más alto de Portugal, cerca de 1000 mts sobre el nivel del mar. Desde allí se contempla un inmenso y bonito paisaje y las poblaciones de Castelo Rodrigo, Figueira de Castelo Rodrigo, Mata de Lobos, Almofala, el embalse de Santa María de Aguiar, el Valle del Águeda y parte del paisaje español. Junto a las grandes antenas, preside toda la sierra la gran estatua del Sagrado Corazón con los brazos extendidos como si quisiera abrazar a los dos paises.



Bajamos con apetito y nos dirigimos a comer a Figueira de Castelo Rodrigo, a un restaurante llamado Falçao de Mendoza, donde nos sirvieron unas morcillitas con piña natural a la plancha, el plato típico: una cataplana de pescado y marisco y como postre una riquísima tarta de nueces, todo ello regado con un buen vino portugués.

De allí y tras comprar unas buenas colas de bacalao, pusimos rumbo a Castelo Rodrigo a la Casa de Chá, en cuya terraza, en unos cómodos asientos, descansamos y nos fueron servidos ricos cafés y tés que nos dieron fuerza para continuar el recorrido de la villa.

Encaramada en un cerro, Castelo Rodrigo, es una preciosa aldea rehabilitada, que mantiene el laberinto de su trazado medieval. Cuando se camina por la villa, el silencio habita las callejas centenarias protegidas por la cerca que mandó construir en 1296el rey D. Dinis.


El blasón de la villa tiene las armas reales invertidas, en castigo por tomar partido por Beatriz de Castilla frente al rey don Joao I.
En la cima que ocupó el castillo se yergue la ruina del palacio renacentista de don Cristóbal de Moura. Lo quemaron en 1640 los vecinos que acusaban al conde de simpatía hacia los españoles.

En el centro del pueblo, la iglesia románica sobrevive y se ve, en palabras de Saramago, «baja, agazapada como una cripta y como ella misteriosa». A su lado se yergue la picota que remata una jaula manuelina ( se ve al fondo de la imagen). La calle de la Sinagoga bordea el palacio, mientras que la de la Cárcel ofrece una llamativa secuencia de ventanas manuelinas.


Después de este recorrido nos pusimos en camino hacia Almeida.

Es una “vila” fortificada, fundada en el año 1296 y está clasificada como aldea histórica. Vista desde el aire parece una estrella de doce puntas. Tiene una plaza construida entre los siglos XVII y XVIII, alrededor de un castillo medieval.
Es uno de los mejores ejemplares de fortificación abaluartada en Portugal, y esto lo demuestran sus murallas, que están rodeadas por un foso; las puertas falsas y las casamatas subterráneas podían albergar a toda la población si fuera preciso.
Un cafelito en la Pousada das Neves reconforta y anima la tarde.

Tras recorrer la villa tomamos regreso a España a través de las villas de Aldea del Obispo (donde hay una gran fortificación en ruinas) y Villar de la Yegua, hasta llegar a la Estación Rupestre de Siega Verde.

Fue una sorpresa poder visitar el aula de la naturaleza y los grabados rupestres, ya que estaba poniéndose el sol y a punto de cerrar la instalación; no obstante aún pudimos ver los 5 paneles que muestran en la actualidad. Hay unos 70 grabados junto al Águeda que no presentan al público para preservarlos del deterioro.

La jornada finalizó en la villa de Cerralbo, mi pueblo, donde contemplamos las ruinas del castillo que perteneció al marqués del mismo nombre.

Un día muy bien aprovechado.

Agradezco a mis amigos Paloma y Miguel su agradabilísima compañía y las bonitas fotos que muestro.